Por encima del bien y del mal

A solas, conmigo a solas, sentadito en mi sofá, Robe narra. Cada canción suena al menos tres veces, seguidas. Para disfrutar, la primera. Para captar cada palabra y palabras encadenadas, la segunda. Para desgranar cada nota de cada instrumento, el piano, el violín, el clarinete, el saxofón…, la tercera. Expresión sin censura, poesía, de una u otra manera.

«Puede ser que sea que estoy harto de ver lo que quiera que sea lo que vea», y quizá, por ello: «doy la vida sin pensar, no tengo a donde ir, el cielo no es igual, cambió de forma»… «Sales y el mundo espera fuera, y te lleva, vuelas igual que una paloma, y te lleva». «Hoy he decidido soltar mi parte animal. No, ya no me pienso callar, nunca, nada más», me he dado cuenta de que: «Para estar contigo las horas, para estar contigo despierto, para hacerle al mundo mejoras, y para volar: necesito tiempo, únicamente tiempo» y siento que: «Todo lo que no está en ti se me queda tan lejos… todo lo que no está en ti… todo lo que no está en ti se queda tan abajo… todo lo que no está en ti…» y me imagino: «Amarradito de su cintura, arriesgándonos en la postura… He dormido poco hoy recordando a oscuras su voz» y he despertado diciéndome: «Bienvenido al temporal. He perdido el interés en la puta humanidad», «Se terminó, ahora ya todo se terminó, ya no importan los días, ni la vida», «Perdí la dignidad y el sentido del honor y no lo siento, dirán que deserté y que no tuve valor, quizá sea cierto. ¿Cómo podría explicar sin ver salir el Sol que denso sale?»

Unidas, cada primera frase de cada canción, una historia cualquiera, un sentimiento, un momento a solas, conmigo a solas, sentadito en mi sofá, Robe narra.

Memorias de África (I – …)

Acabamos de aterrizar. Hace calor. No obstante una ilusión nos refresca. Un nuevo continente. Una nueva cultura. Fauna. Flora. Nos esperan unos días de viaje por delante. Un camión y camino, mucho camino por delante. Incertidumbre. Nada de expectativas. Las expectativas arruinan el camino aguardando la llegada a la meta. La meta no es la meta. La meta es cada segundo, cada nueva instantánea, cada nuevo paisaje con cada baño de luz diferente, cada nuevo animal, cada nueva manada, cada nuevo horizonte con cada nuevo amanecer y cada nuevo atardecer. Todos y cada uno de los momentos son eso, momentos. Se marcharán para no volver. De ahí nuestra meta. Cada momento. Ese es el propósito.

Subidos al camión alzamos las telas para mirar. Miramos con ojos curiosos. Las carreteras, los poblados, sus gentes… captan toda nuestra atención. África te regala saludos y sonrisas desde tu llegada. Sobre todo de niños y niñas que viven la ilusión. Y es que al crecer, ellos, al igual que nosotros, la perdemos probablemente, y es que esto es tan solo una intuición. La pierden, la perdemos, porque nuestra cultura nos dice cómo hemos de mirar, cómo hemos de comportarnos y cómo hemos de pensar. Vamos. Sin prejuicios, de viaje, buscando el contacto. Humildad. Saludos y sonrisas, como niños y niñas, con ilusión ante lo desconocido y ante cada nuevo paso, nueva persona, nueva instantánea… Solazarse.

No sabemos donde vamos, nos dejamos llevar. Llegamos, hoy, a las afueras de Mto Wa Mbu, en Tanzania. Montamos nuestro campamento sobre la hierba, bajo los árboles. Cenamos a la luz de las estrellas y la luna. En compañía de ilusión y en otros casos pretensiones. Obviemos estas últimas, no caben en nuestras mochilas.

Amanece con el trino de algunos pájaros. Unos monos corretean ante nosotros. El desayuno está listo y unas bicicletas nos esperan para pedalearlas al encuentro de las gentes. Nos dirigimos a través de la tierra, entre termiteros obra del Norman Foster de las termitas. Cada pedalada es una brisa de aire fresco. A cada avance nuevos niños y niñas salen a nuestro paso con una sonrisa tan grande que a veces no les cabe en sus preciosos rostros y con un único objetivo: contacto. Nos tienden la mano gritando: ¡Jambo! Tendemos las manos sin apenas poder pronunciar palabra. Su sonrisa es altamente contagiosa, y este es el primer gran peligro que nos depara África, en este caso Tanzania y sus gentes. Sonrisas. Tras saludos y sonrisas, a lo lejos, divisamos un poblado Masai. Llegamos hasta él y nos detenemos. Nos acercamos a la escuela, están reparando el tejado con paja, sus paredes, de caca de vaca y barro y algo de madera, como las del resto de sus casas, parecen fuertes. Dentro nos miran atónitos. Sonrientes. De cuclillas, ante ellos, nos enseñan sus cuadernos, nos dejan escribir en ellos, nos tienden la mano y nos preguntan nuestro nombre, ellos nos dan el suyo, y sus manos, nuevamente. Contacto. Salimos de la escuela y nos acercamos a sus casas, nos hablan de su cultura, llena de tradiciones y de sabiduría. Hacen fuego ante nosotros, con un machete y un par de trozos de madera, en menos de 5 minutos nace una llama. Trabajan juntos. Sonríen. Bailan. Hombre y mujeres, todos juntos. Con sus túnicas, sus sandalias, sus palos, sus collares y pulseras. Cantan al unísono. Los hombres saltan, las mujeres, de la mano, mecen sus collares sobre sus pechos. Nos invitan a todas y cada una de sus manifestaciones. Es bonito tomar parte. Entramos en sus casas y compramos su artesanía. Es hora de irse.

De nuevo en nuestras bicicletas, saludos y sonrisas. Junto a la carretera llegamos a una caseta de artesanía mozambiqueña. Trabajan la madera a pies y manos desnudas. Es admirable su trabajo y por supuesto su obra, que plasma la cultura africana desde las tradiciones mozambiqueñas propias de la tribu a la que representan estos artesanos como las tanzanas propias de las culturas que pueblan el país que les ha acogido.

De vuelta al campamento visitamos arrozales, y posteriormente bananeros. Esta tierra es rica, muy rica. Sus cosechas son amplias y las trabajan sin cese y con profundo orden y respeto.

Volvemos junto al camión, nos damos un baño, comemos y es hora de irse. Subimos al camión para dirigirnos al cráter del Ngorongoro, allí haremos noche, al borde del cráter, para al día siguiente bajar a la caldera para encontrarnos con la fauna salvaje. Disfrutemos del camino, alcemos las telas del camión y miremos, el paisaje cambia a cada metro, qué tierra, que placer… aún nos queda viaje, esto no ha hecho más que empezar.

PD: Sí, para los «prejuicieros», de nuestra visita, un altísimo porcentaje de las gentes esperan dinero, por la gloria y gracia de nuestra sociedad occidental es lo que mueve el mundo y de ello les hemos contagiado. Y sí, quizá cuando nos marchemos, los Masai, se enfunden unos vaqueros, la camiseta de algún equipo de la Premier League y se vayan a tomar unas cervezas al pueblo y a hablar de la panda de turistas blancos a los que han «engañado» hoy. Pero repito, esta no es una historia para «prejuicieros», es una historia para soñadores, ilusionados e ilusionadas observadores y «solazadores», de ahí que aquí deje mi única reflexión para vosotros y vosotras, por si pensais en leer una historia llena de prejuicios. Dejad de hacerlo, no os molesteis, esto no está escrito para vosotros ni vosotras ya que esta no es vuestra historia, la vuestra tendría pocas líneas y por supuesto sentimientos muy alejados de los que me ha producido este viaje.

Continuará…

 

 

¡Jambo! ¡Pole, pole! ¡Hakuna Matata!

Y he aquí mi aprendizaje tras pisar y recorrer una pequeña parte del continente africano. Todo se resume en tres expresiones:

  • ¡Jambo! no es solo ¡Hola! Es una sonrisa sincera, llena de ilusión por correr, a pasitos cortos, salir al encuentro, tender la mano y recibir otra. Contacto. Dos colores de piel que se unen en perfecta armonía. Dos manos que se acarician levemente. Dos miradas que se cruzan y que alimentan aún más la conexión. No hacen falta más palabras, todo lo demás va consigo. ¡Jambo!
  • ¡Pole, pole! es decir, ¡Despacio, despacio! Todo a ritmo. Ritmo africano. En clave de Sol. Un Sol al que observar, parado, frente a él. Ante su salida, o su puesta, ¡Pole, pole! El tiempo se detiene. Disfrutar de esta tierra, de su gente, de su cultura, de sus paisajes… requiere instantes. Instantáneas. Tantas… como cada segundo en nuestras vidas. Mucho que pensar. Un solo mandamiento: ¡Pole, pole!.
  • ¡Hakuna Matata! Etimología innecesaria. Filosofía de vida. Todo pasa, todo fluye, y lo hace inexorablemente. A veces a favor del viento, otras en contra. ¡Hakuna Matata! Avanzar es la clave. Hacerlo en compañía importante. No perder el sentido. Lo más fácil es saber decir: ¡Hakuna Matata!

Tres expresiones por si solas, que unidas se hacen más fuertes. Una tras otra, en ese orden, ¡Jambo! ¡Pole, pole! ¡Hakuna Matata! marcan el camino. A, B y C. He de recordarlas. Día a día. Sea cual sea el destino.

Gracias África.